Llegan las divisas digitales soberanas
Muchas personas asocian Bitcoin con actividades ilícitas o con una
conducta antisistema. Y, ciertamente, Bitcoin, en algunos casos,
facilita acciones no legales y preocupa en ciertos círculos de poder por
sus potenciales consecuencias. Sin embargo, las divisas digitales soberanas sí pueden convertirse en la próxima gran moda:
son el arma perfecta para luchar contra la economía sumergida y
resultan menos costosas que el modelo actual… aunque también presentan
importantes contraindicaciones.
La noticia no ha tenido demasiado impacto pero, la semana pasada, el PBoC concluyó un experimento con diversos bancos locales para probar cómo funcionaría una divisa digital propia
(participaron importantes entidades como ICBC, Banco de China o
WeBank). Vamos, algo como Bitcoin pero de curso legal, admitido y respaldado por el gobierno chino.
Las autoridades de este país llevan ya desde el año 2014 trabajando en
la emisión de una divisa de estas características, si bien, es ahora
cuando parece confirmarse que existe un verdadero interés por lanzarla
al mercado.
¿Los motivos? China sufre un grave problema con la salida de capitales de sus fronteras,
se habla de cifras de hasta un billón de dólares solo el año pasado. A
estas alturas a nadie se le escapa que Bitcoin está siendo uno de los
instrumentos usados para tal menester, hasta el punto de que las medidas tomadas por el gobierno chino impactan fuertemente en su cotización.
Y como dice el refrán, si no puedes con tu enemigo… cópialo. Bueno,
quizá el refrán no fuese así, pero a los chinos siempre les ha gustado
mucho copiar. Y eso han hecho.
Aunque Bitcoin pueda sonar a ilícito, la realidad es que si se popularizase el uso de una divisa digital soberana
se produciría el efecto totalmente contrario. Las transacciones
estarían totalmente controladas, no existiría economía sumergida, sería
muy fácil rastrear el crimen organizado, se ahorrarían costes… ¿Alguien
se imagina que el 20% de economía sumergida de nuestro país tribute? ¿Y
pagar menos impuestos gracias a ello? ¿Y que se resolviesen casos de
terrorismo tras poder rastrear el dinero? Las ventajas son innumerables, el coste también. Nos jugamos nada más y nada menos que nuestra privacidad.
Por
el momento el debate no está sobre la mesa, pero mucho me temo que muy
pronto lo estará. Y es que además de China, hay numerosas evidencias que
así lo pronostican. Por ejemplo, aunque menos conocido, Ecuador lanzó en 2015 su propia divisa digital (provocando miedo a una posible ‘inflación digital’, con su correspondiente aumento de la prima de riesgo y todo).
El experimento, aunque modesto, sí nos está dando algunas pistas, y es
que permite a los usuarios prescindir del banco para manejar su monedero
y, por tanto, algo así podría suponer una revolución en los sistemas de pagos y en la desintermediación bancaria.
Hay más. En África, donde los pagos móvil son quizá una revolución aún mayor que en occidente, se ha creado el ‘eCFA’,
que nada tiene que ver con un título financiero sino con una divisa
digital. Es emitida por el Banque Régionale de Marchés, quien ha
trabajado con el Banco Central de los Estados de África Occidental y diversas empresas occidentales para su lanzamiento. Opera hasta la fecha en Senegal y tienen planes de expansión a la zona africana francófona. Aquí el objetivo no es el control, sino precisamente dar acceso financiero a miles de ciudadanos que no disponen de una sucursal o un cajero cerca.
En Túnez se ha dado un caso similar con La Poste Tunisienne,
el servicio postal gubernamental que también ofrece servicios
financieros. Allí casi 3 millones de personas no tienen acceso a ningún
banco o cajero (siendo el total de la población de 11 millones
aproximadamente), por lo que se ha creado un sistema basado en blockchain que sustituirá a las tarjetas prepago ‘eDinar’
existentes en la actualidad. El anuncio de China ha sido el más
comentado, pero en África estamos probablemente ante las pruebas más
avanzadas del mundo en este campo.
Al control de capitales, al
control del uso ilícito del dinero, a la mejora en la inclusión
financiera, se une nuestra propia conducta: cada vez pagamos más con tarjetas y con el móvil, y menos en efectivo. Por ejemplo en Dinamarca se prohíbe en numerosos casos el uso de efectivo, los comercios no están obligados a aceptarlo y la tendencia es tal que el banco central ya no fabricará más billetes y monedas,
lo externalizará. Una tendencia que, en mayor o menor medida, es
generalizada en los países nórdicos. ¿A alguien le extraña que en Suecia estén valorando también la idea de una moneda digital?
No es extraño que la mismísima Reserva Federal
haya publicado en los últimos días un informe afirmando que las divisas
digitales y aquellas basadas en blockchain (que no son lo mismo, aunque
en el presente artículo compartan finalidad) pueden cambiar los medios de pago. Yves Mersch, del BCE, dijo hace un par de semanas lo mismo. Y recientemente el Banco Central de Francia ha llevado a cabo pruebas para ver el funcionamiento de las criptomonedas en el sistema SEPA. Casi nada. Eso por no hablar de la facilidad que tendrían los bancos centrales para implementar tipos de interés negativos
sin recurrir a medidas como el QE (si eso es bueno o malo lo dejo a
juicio del lector, pero desde luego es un motivo más para pensar que lo
intentarán).
Por si a alguien le faltan motivos para ver por qué las divisas digitales serán una próxima gran tendencia decir que el gran Dalio ha invertido recientemente en una empresa de este sector.
Pero aunque no fuese así, con la digitalización, con la caída en picado
del uso en efectivo, con las ventajas en desintermediación e inclusión
financiera, con la reducción de la economía sumergida, el aumento de la
recaudación, los tipos negativos… ¿a alguien le faltan argumentos para pensar que se apostará por esto en mayor o menor medida? Para mí la gran duda no es esa, sino cómo defender nuestra privacidad. Aunque una divisa digital tenga muchas ventajas, que las tiene, también deben existir líneas rojas. Ese será el gran reto
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